martes, 20 de abril de 2010

Por qué yo (se ve que los demás, no) adoro Las Ciudades Invisibles


Ya os he contado que la primera vez que leí Las Ciudades Invisibles estaba en Arquitectura y ya me pareció sorprendente.
Está la típica parte del final, de aprender a distinguir lo que es infierno de lo que no y dejarle espacio. Y lo de que el viajero aprende lo poco que tiene cuando descubre todo lo que hay en distintos sitios y las posibles vidas que estaría viviendo en cualquier otra parte.

Pero luego está el resto. Toda esa descripción de ciudades fantásticas, que están en la mente de todos nosotros, que somos todos nosotros, y que forman nuestro mundo común, que es el mundo de los sueños, de la imaginación, del miedo y de la alegría.

El problema, claro está, es que no se ven a simple vista, sino que, como hemos comentado en clase, es como la poesía: hay que mirar la metáfora que esconden para saber a qué se refieren.

No es que yo adore el tema del espacio por mi tesis -que también- sino que me parece, o siempre lo creído así, que lo que uno vive no es una configuración externa que te llega y a la cual tú te sometes, sino que el modo de vivirla, de interpretarla, en definitiva, es el que marca el paisaje mismo en el que te encuentras. Y de eso trata este libro: de saber que lo que pones en juego en cada momento es como un reconfiguración de lo que has llegado a ser y de lo que quieras que sea a partir de ahora todo. Y eso es como entrar en el País de las Maravillas: inaugurar cada vez una vida entera, y volverla a deshacer, y recordarla. Y proyectar la siguiente como si no hubieras perdido nada.

miércoles, 14 de abril de 2010

(Sigo a lo mío: estudiar y todo eso)

Para todos aquellos que, en este último trimestre de agobios, penas y tristezas, quieran tirar por la borda todo el esfuerzo realizado hasta ahora, y se auto-consuelen pensando que esto de estudiar no sirve para nada, les animo a ver este vídeo, que espero tenga el efecto deseado,es decir, subir la moral y fomentar el deseo de saber, aunque sólo sea por no hacer tanto el ridículo ni provocar tantas risas -de pena, de lástima, porque no es otra cosa- ante los demás cuando se mete la pata.
El sueldazo que gana la protagonista, ella lo sabrá. Pero que toda España se ría de ti de una manera tan patética, no tiene precio. Ni final.

http://www.youtube.com/watch?v=e0TQTTrcsJo